La ciudad de Curicó nace bajo el nombre de Villa de San José de Buenavista. Fue fundada el 9 de octubre de 1743, bajo el mandato del Gobernador del Reino de Chile don José Antonio Manso de Velasco.
Por esta fecha, “el territorio de Curicó pertenecía en lo administrativo al Partido de Maule, desde el Teno para el sur y desde este río para el norte al de Colchagua; en lo eclesiástico dependía por entero de la parroquia de San José de Toro o de Chimbarongo; de aquí viene el nombre de San José, tomado del que tenía el curato a que pertenecía” y se llamó “de Buenavista por la hermosa perspectiva que presentaba la planicie baja de Curicó mirada desde los altos del camino de Teno”.
El sitio elegido para realizar el trazado de la villa, corresponde al que se encuentra aledaño a la parroquia y al convento de San Francisco. Este era el punto más poblado de los que había en el territorio comprendido entre el río Teno y el Lontué. Al respecto, Tomás Guevara Silva (1890), en su obra Historia de Curicó, señala que Manso de Velasco “fijose en esta aldea para levantar un pueblo que sirviera de reunión a los indios diseminados por el campo e hiciera más efectiva y expedita la administración eclesiástica de las encomiendas del otro lado del Teno”.
Héctor Aravena (1943), en su artículo La Fundación de Curicó, establece que para llevar a cabo este acto, la Corona no se vio obligada a comprar los terrenos elegidos, dado que su dueño, el capitán don Lorenzo José de Labra y Corbalán de Castilla, había ofrecido donar los necesarios para tal efecto. Por tal motivo “cuando llega el momento de cumplir la promesa de donar las tierras para la urbanización de la villa, el generoso donante ha muerto, y su viuda, doña Mónica Donoso y Navarro no vacila en reiterar al gobernador Manso de Velasco lo que su marido había ofrecido”. Por tanto el trazado original de la ciudad se llevó a cabo en las cinco cuadras de tierra donadas por Mónica Donoso y las otras cinco conjuntas corresponden a la donación realizada por el Alférez Pedro Nolasco Solorza.
El año 1747 la villa debió ser reubicada, dado que, el lugar elegido originalmente para su edificación y en el que se había delineado su plano no era el apropiado, producto de la gran humedad que presentaba el terreno, en especial en algunos periodos del año. Guevara Silva establece que: “El sitio en que se había delineado, entre los riachuelos del Pasillo y Quetequete, se hallaba a un nivel inferior a los de éstos y por consiguiente, expuesto a sus derrames y a los de los canales que alimentaban, los primeros que se labraron en la planicie de Curicó”.
Dado lo anterior, al sucesor de don José Manso de Velasco, don Domingo Ortiz de Rozas, le correspondió subsanar los obstáculos que la naturaleza imponía al desarrollo de la naciente villa. Los terrenos de la nueva ubicación pertenecían a don Pedro de Barrales y a su esposa doña Ana Méndez, quienes cedieron la porción necesaria para delinear la nueva población, la que quedó situada “a los 34°59’ de latitud S y 0°35’ de longitud O, al poniente de la colina aislada del llano, a una altura de 228 metros sobre el nivel del mar”.