Pascual Gambino, un pintor talquino del siglo XX
¿Por qué situar a Pascual Gambino en el contexto pictórico talquino? Gracias a recortes de periódicos encontrados en el Archivo Benito Riquelme del Centro de Documentación Patrimonial (CDP) de la Universidad de Talca, sabemos que este olvidado artista llegó a Chile a los 10 meses de edad, pasó su infancia y recibió su educación en el Liceo de Talca. Allí, Gambino recuerda haber sido influido por figuras como Enrique Molina, Alejandro Venegas y los hermanos Fortunato y Federico Rojas Labarca a quienes, reconoce, idealizó como maestros durante su adolescencia.
Talca ha sido cuna de algunos de los pintores más destacados de la historia nacional, entre ellos Nicanor González Méndez, Agustín Abarca, José Agustín Araya, Clarisa Donoso Bascuñán, Orlando Mellado y los hermanos Rojas Labarca, entre otros. No obstante, para hacer justicia histórica, resulta necesario incluir en esta tradición a la figura de Pascual Gambino Tuccillo, artista nacido el 19 de abril de 1891 en Montevideo e hijo de padres italianos.
La afición de Pascual por la plástica se manifestó desde su niñez, cuando solía modelar figuras en greda, masa y alquitrán. Fue durante un viaje a Buenos Aires, en el cual su padre, Don Lorenzo Gambino, requería la atención de un médico, que este último observó uno de los dibujos del joven Pascual. El médico impresionado sugirió al padre del muchacho que no desperdiciara su talento y que lo alentara a estudiar pintura. Así fue como al volver a Chile Gambino inició sus estudios en dibujo y pintura bajo el tutelaje de Aristodemo Lattanzi durante un año, para luego ingresar a la Academia de Bellas Artes en 1907 para estudiar composición y colorido claroscuro. Allí recibió las enseñanzas de pintores de la talla de Pedro Lira, Juan Francisco González, Alberto Valenzuela Llanos, Pablo Burchard, José Caracci, Pedro Reszka y Fernando Álvarez de Sotomayor. Al parecer, y a diferencia de sus contemporáneos de la generación del 13, la influencia del naturalismo de Lattanzi y las inquietudes eclécticas propias de Gambino impidieron una mayor internalización del estilo costumbrista de Álvarez de Sotomayor. Junto con su paso por la Academia, estudió durante tres años en la Escuela Nocturna de Dibujo de la Sociedad de Fomento Fabril, donde fue alumno del coterráneo Nicanor González Méndez. Finalmente, decidió seguir como autodidacta alrededor del año 1912.
Durante estos años, Gambino contrajo matrimonio con la dama santiaguina Inmaculada Achille Lacaria, un acontecimiento que, sumado a la adquisición de una viña en el sur por parte de su padre, lo llevó a involucrarse en el negocio como distribuidor de alcohol en la capital. Esta ocupación resultaba segura y económicamente más rentable que la de artista. No obstante, a lo largo de este periodo, nunca abandonó por completo la práctica artística, realizando algunos retratos de personalidades capitalinas. Tras fracasar en el ámbito comercial, Gambino decidió regresar a Talca para dedicarse a trabajos agrícolas vinculados la viña y paralelamente a la pintura, retratando a gran parte de la élite local, entre los que se encontraban Esteban Calaf, Federico Weston, Primitivo Donoso, Francisco Hederra, Carlos Schorr, la madre de Máximo Barahona, así como la familia Figari, entre otros. Durante esta época se producen los primeros envíos al Salón Oficial, en 1916 y 1921 obtuvo tercera y segunda medalla respectivamente, para posterior ganar otra segunda medalla con un retrato de su madre en 1929 y, al año siguiente, alcanzó la primera medalla en pintura con un cuadro de su esposa. Al parecer en esta época, se le atribuye a Gambino
un gran talento, pero debió sortear las opiniones respecto a que siempre pintaba a su mujer, la verdad es que en el fundo le era imposible encontrar modelos para ser retratadas. En 1936 por acuerdo el Directorio de la Sociedad Nacional de Bellas Artes lo reconoce como artista chileno. Estas distinciones implicaron un valioso impulso en su quehacer pictórico y hacia 1940 decide mudarse a Santiago nuevamente entrando de lleno al circuito artístico nacional. Durante este año los premios no cesaron, obtuvo el Premio de Honor en el Salón Nacional, con algunos paisajes y un desnudo, en 1944 el Premio de Retrato por el lienzo sobre la pintora Raquel González. Es en esta década que Gambino consolida su posición dentro del ámbito artístico nacional, asiste como jurado del Salón del Palacio La Alhambra y posteriormente en 1948 aparece como Vicepresidente del directorio de la Sociedad Nacional de Bellas Artes. Durante este período, Gambino también residió parcialmente en Argentina hasta 1951, donde realizó numerosas exposiciones en ciudades como Córdoba y Rosario. Sin embargo, su muestra más destacada tuvo lugar en Buenos Aires, donde el reconocido crítico de arte trasandino José León Pagano publicó un artículo elogiando la calidad de sus pinturas y su versatilidad temática. Aun así, Pagano consideró que los cuadros de flores eran los mejores de su obra. En 1951 asiste, integrando la delegación chilena, a la primera Bienal de Madrid, allí obtuvo variados elogios y destacándose su retrato de Pedro Rezka. Posteriormente, Gambino se dedicó a viajar para estudiar obras clásicas de maestros como Velázquez, Ribera, Goya y El Greco. Visitó Francia e Italia, donde aprovechó la oportunidad para pintar algunos paisajes europeos, y también exploró el norte de África, en particular Argelia. Tras estas experiencias, regresó a Buenos Aires y luego volvió definitivamente a Chile. Tras dar a conocer a sus referentes clásicos, en una entrevista al Clarín Dominical en 1968, Gambino mencionó a sus pintores nacionales favoritos, entre quienes destacó a Pedro Lira, Pablo Buchard, Benito Rebolledo, Lautaro Guevara, Luis Strozzi —su amigo íntimo—, Camilo Mori, Israel Roa, Zañartu y Matta.
A mediados del siglo XX, Gambino se consolidó como uno de los retratistas nacionales con mayor demanda, instalando su taller en el séptimo piso del icónico Edificio del Banco de Chile en Santiago. Entre sus anécdotas, destaca la vez que, en 1958, organizó una exposición en la Sala de Arte de la misma institución ubicada en el segundo piso, lo que le facilitó una logística peculiar: solo tuvo que bajar sus cuadros cinco pisos. Otra historia curiosa revela cómo Gambino logró retratar a la fallecida esposa de Juan Yarur, Olombí Banna Alak, quien no contaba con ninguna fotografía. Al recibir el encargo, Gambino advirtió a Yarur que pintar un retrato sin imagen sería prácticamente un milagro, pero decidió intentarlo. Así comenzó a ubicar y conversar con personas que habían conocido a la señora, creando lo que podría describirse como un “retrato hablado” basado únicamente en las descripciones de quienes la recordaban. Cuando finalmente terminó la pintura, llamó a Yarur para que la viera. La historia cuenta que Yarur permaneció en silencio por un largo rato, quizás emocionado al reconocer a su esposa en el lienzo. Gambino, ansioso ante la reacción, quedó aliviado cuando Yarur rompió el silencio con una frase memorable: “Se hizo el milagro…”.
Pascual Gambino falleció el 16 de abril de 1994, dejando un vasto legado artístico que abarca una amplia variedad de obras, las cuales siguen siendo testimonio de su talento y evolución como artista. A lo largo de su vida, Gambino se destacó por su capacidad para capturar la esencia de la figura humana y los paisajes, fusionando técnicas clásicas con una mirada personal y renovadora. Su obra no solo enriquece el patrimonio pictórico de Chile, sino que también ejemplifica la valiosa contribución de Talca a la tradición artística nacional. En una época en la que el arte chileno buscaba afianzar su identidad, Gambino aportó una sensibilidad única, conectando con la rica herencia de pintores talquinos que contribuyeron al desarrollo cultural del país. La amplia y heterogénea producción pictórica de Pascual Gambino se encuentra distribuida, en menor medida, en colecciones públicas, entre ellas el Museo O’Higginiano y de Bellas Artes de Talca, el Museo de
Arte y Artesanías de Linares, la Pinacoteca de la Universidad de Concepción, el Museo Histórico Nacional, el Museo Municipal de Bellas Artes de Valparaíso y el Museo Nacional de Bellas Artes. Sin embargo, la mayor parte de su obra reside en colecciones privadas, lo que limita en parte su acceso al público y su visibilidad dentro del acervo cultural nacional.
Autor: Francisco Norambuena Adasme, historiador.